Nunca había sentido tanta vergüenza. Ni siquiera en aquel último descenso a Segunda en el año 2000, cuando el Sevilla FC se arrastró a lo largo y ancho de España. A fin de cuentas, aquel equipo estaba a años luz de tratarse de la mayor inversión presupuestaria del Club. Un curso después de aquel borrón, nació el germen del actual Sevilla FC. La semilla de un proyecto que ningún sevillista hubiera imaginado jamás. Desde cero. Pero con la genética plasmada en el posterior himno de El Arrebato. Fueron tiempos difíciles, de zozobra, pero necesarios para adquirir perspectiva y ahuyentar las malas hierbas. Ahora, dieciocho años después, hemos tirado a la basura el legado construido desde aquella regeneración. No se trata de realizar comparaciones odiosas entre ambas épocas, sino de poner en entredicho la gestión institucional y deportiva actual que, si bien no supondrá un descenso a los infiernos, ha logrado algo todavía peor: herir nuestro orgullo.
