Estamos en una tierra en la que los extremos jamás se tocan. O es blanco o es negro. Nada de grises. Pero la realidad es otra, o debería serlo. Ni los jugadores del Sevilla 15-16 son tan malos como parecen ahora que soportan el bochorno de verse colistas en la tabla ni eran tan buenos cuando a mediados del mes de agosto ofrecieron un espectáculo en la segunda parte de la Supercopa de Europa disputada ante el Barcelona en la capital de Georgia.