El tiempo, ciertos intereses personales del entrenador y un tramo final descafeinado han tamizado hacia un tono tirando a gris una temporada que no se entiende que produzca tal efecto entre el sevillismo. No está precisamente acostumbrada esta afición a que su equipo acabe cuarto en una liga que además es de las más exigentes de Europa. Pero todo lo que ha ocurrido a lo largo del año ha motivado que el objetivo marcado en julio -aun a sabiendas de que se podía intuir una campaña dura y de transición con un proyeto que debía hacerse sobre la marcha tras la huida de Emery- se celebre con frialdad una vez amarrado el pasado domingo en el Bernabéu.
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