Hubo un momento, en 2006, en el que el Sevilla hizo clic y dio el paso necesario en cuanto a mentalidad ganadora para reabrir sus oxidadas vitrinas. Pero un clic anterior, en silencio y bajo el amargor, aventuraba el cambio de rumbo futuro. Lo impulsó también José María del Nido Benavente desde que sentara sus posaderas en el sillón presidencial (2002), aunque la conjura total llegó tras una de las noches más amargas que recuerda el sevillismo pre-centenario: la de la nevada en Pamplona. Eran los cuartos de final de la Copa 2002/03 y el Sevilla, cada vez más erguido tras su batacazo en la Segunda, empezaba, con descaro, a toquetear con las alturas.