Suker, uno de los mejores jugadores de la historia del conjunto nervionense e ídolo perenne de los aficionados del Sevilla, se encontraba en Chile, concretamente en el mes de octubre de 1987, liderando a una joven selección de Yugoslavia que se alzaría con el Mundial sub 20. Era verano en el país sudamericano. Contrastaba, de alguna manera, con las bajas temperaturas que asolaban en el centro de Europa, y en la que una familia, los Rakitic, se preparaban para tener a su segundo hijo: Ivan Rakitic. Fue el primer punto de encuentro y de salida entre dos personas que iban a sellar (con 20 años de diferencia) valores tan preciados en el sevillismo como la pasión y la ilusión por una forma de vida y de entender a un club. Hablamos, por lo tanto, del relato de un ídolo a otro…