Renato ya sabía que ligaría su destino a otro club de blanco radiante al otro lado del Atlántico. Monchi se lo procuró a Caparrós. En agosto de 2004, aquel Sevilla abría Liga ante el Albacete en Nervión. Renato debutó tras el descanso. Casquero le dio el testigo. Y el brasileño tardó dos minutos en cantar gol con su voz aflautada. Ese tanto sería decisivo. Como tantos de sevillista. Hizo hasta 39 en sus siete años de discreto servicio a la causa sevillista.
