Es como si antes y durante cada partido, con sus contadas rotaciones, sus extrañas exclusiones técnicas en las listas de convocados y sus sustituciones, tardías y a veces no agotadas, Vincenzo Montella se empeñara en castigar la errática planificación deportiva dirigida por Óscar Arias. Evidentemente, el italiano no se va a meter goles en su propia portería, que para eso ya están Jesús Navas y Escudero, pero resulta difícil explicar que el entrenador haya relegado al ostracismo a Roque Mesa -ayer hacía falta alguien que la tocara y pusiera pausa cuando el equipo bajó su nivel físico y todos añoraron a Banega-, que apenas dé bola a Arana para que vaya soltándose y descargando de minutos a un Escudero que da síntomas de agotamiento. O que esperara hasta el minuto 78 para tirar de Sandro, cuando clamaba al cielo mucho antes que los de blanco necesitaban un revulsivo arriba.