Lopetegui, que bien pudo explicar de otro modo el partido en Rumanía, perseveró en el once y le dio una vuelta de tuerca al plan aprovechando que el rival invitaba a arriesgar mucho menos el balón. Porque si de algo sabe beneficiarse el Getafe es de las dudas en un equipo que no termina de encontrar su patrón de control con el dominio del balón. Y Lopetegui reaccionó y dio orden, desde la repetición del once y desde la pizarra, de no arriesgar el balón en la salida, de no buscar el pase de seguridad tras los robos, ni en zonas defensivas, y de realizar despejes orientados o cambios de orientación desde atrás para evitar esa presión azulona tan dañina. Apenas Suso ponía su calidad al servicio de la construcción del juego desde los escasos y verticales toques, en un rol muy importante para cohesionarlo, para darles la oportuna continuidad a las combinaciones escalonadas, ganando metros. Le queda ahora aplicar el nuevo plan en casa, donde habrá menos espacios y el rival propondrá otro tipo de pulso.