Nulo hasta en el discurso que tanto gusta

Pablo Machín se ganó al sevillismo desde el minuto uno con su medido, directo y sencillo discurso. Luego, expuso su plan de juego, no le funcionó, lo corrigió sin renunciar a los tres centrales, hizo de la necesidad virtud y creó un buen equipo con una medular compuesta por un medio creativo, Banega, y dos mediapuntas, Sarabia –extremo en origen–, y Franco Vázquez –un trequartista, un mediapunta puro–, por el cúmulo de lesiones, las de Amadou y Gonalons. Sin embargo, lleva ya un tiempo el Sevilla con síntomas de fatiga, de imprecisión, de falta de tono en ese trío que tan bien funcionaba. Y en el anticlímax del Sevilla, desinflado hasta su sima del Bernabéu, Machín ha dado un pasito atrás incluso en su discurso.

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