Ni música ni corazón

Ni música, ni posesión, ni el rival sometido sin poder salir de su campo, ni toque, ni ocasiones por juego trenzado, ni esa palabra tan fea que en el fútbol al menos por esta tierra dejó de utilizarse cuando los campos de albero se sustituyeron por los de césped artificial. Eso del amateurismo -en la lengua de Cervantes, «afición»- va a ser difícil de explicar precisamente hoy a cualquier sevillista que haya pertenecido en algún momento de su vida a algún equipo de la cantera de su club, el único español que tiene a su filial en una liga profesional y que presume de tener, con permiso de Villarreal o Espanyol, una de las mejores factorías del fútbol nacional.

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