La oferta, procedente de un grupo de inversión de origen chino, arribó a las oficinas del Ramón Sánchez Pizjuán gracias a la intervención de la multinacional KPMG, en la que medió el bufete de agobados de Alberto Pérez Solano. En este proceso, fue indispensable el papel del director general del Sevilla, José María Cruz, antiguo empleado de KPMG. Y ahora, los que se frotaban las manos entre la junta de accionistas han visto cómo, de un plumazo, las opciones de seguir adelante con la venta se han reducido drásticamente. Monchi era considerado por el grupo inversor como la piedra angular de su ambicioso proyecto deportivo. Sin él, las posibilidades de seguir adquiriendo a grandes jugadores a precio casi de costo es indudablemente menor, ya que esa era la especialidad por la cual Monchi se ha hecho famoso en el mundo entero.
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