El Sevilla superó el durísimo examen del Borussia Mönchengladbach y lo hizo, además, a lo grande, imponiéndose de nuevo en el estadio alemán gracias a su extraordinaria pegada, que dejó en un segundo plano esas debilidades defensivas que se tradujeron en las pérdidas de unas ventajas que parecían definitivas conforme se iban produciendo. Pero no, el Sevilla, mal que bien, supo sufrir las embestidas de los alemanes hasta llegar a pasearse durante el último cuarto de hora, evidenciando de esta manera que en el fútbol nada es definitivo y cuando se apunta que un equipo es mejor que otro, al final puede ser todo lo contrario dependiendo del desarrollo que pueda tener un solo partido.