Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad, dijo una vez Albert Einstein. Porque lo primero de todo es querer hacer algo. Y desearlo mucho. Así, sí. Se puede. Casi siempre. Ayer, en Lyon, el Sevilla fue un cúmulo de sensaciones que le dirigió a los octavos de la Champions con valores tan antiguos y presentes como el esfuerzo, la solidaridad y la firme intención de no ser golpeado.