Gaizka Garitano, que ha realizado un fantástico trabajo desde que tomó el relevo de Eduardo Berizzo al frente del Athletic Club, hasta el punto de sacarlo del purgatorio y llevarlo a las puertas del paraíso, optó en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán por una actitud un tanto tibia, a verlas venir y asegurar el cero en su portería. Y este Sevilla que ha puesto en subasta el cuarto puesto de la Liga, finalmente adquirido por el Valencia, agradece sobremanera que el de enfrente no lo hostigue. Y más a estas alturas de la temporada, con las reservas de carburante casi agotadas. Los sevillistas no se distinguen actualmente por la calidad física de sus jugadores. Y si encima acumulan en sus piernas y pulmones más esfuerzos que ninguno de sus contrincantes por empezar a competir a finales de julio, concederle un respiro, aliviarlo al descartar la presión y un alto ritmo de balón, es abrirle la puerta. Y los de blanco se colaron.
