Quizá todo sea mental, producto de una infantil imaginación que ve fantasmas cuando el partido se le hace de noche al perder el balón, al tener que posicionarse defensivamente o al tener que tirar una contra o rematar a gol, aspectos básicos del fútbol. O quizá sea producto de un defecto del sistema, al que le sigue faltando cuajo para que al primer golpe no reine el desconcierto. El Sevilla ganó en su vuelta a casa y lo hizo con un sofocón de incertidumbre. El triunfo, no obstante, puede reanimarlo, darle confianza para lo venidero.