A la afición del Sevilla no le gustaba el Sevilla de Jiménez, el último que acabó tercero una Liga, tampoco el de Emery, que ganó tres Europa League… El de Lopetegui, que está a un punto del líder cuando ya ha pasado el primer tercio de campeonato, algo tendrá a pesar del perenne inconformismo de esta nueva versión del espectador de fútbol que no está dispuesto a sufrir, que rechaza la emoción que tiene intrínseca esta ciencia inexacta llamada fútbol y que exige de una manera casi hilarante llegar al descanso con un 3-0 a favor. El Sevilla pudo haber hecho un partido mejorable –por supuesto, todo se puede mejorar–, pero los de Lopetegui basaron su triunfo en la eficiencia. No puede negarse que llevara el peso del partido, con índices de posesión que llegaron a superar el 70% y que en la primera mitad rozaría el 80%, tampoco que creara ocasiones de gol, que las tuvo, y que supiera aprovechar ese paso adelante de un encerradísimo colista para encontrar los huecos necesarios para dejar los tres puntos en casa.