Evidentemente obligado por el tremendo volumen de esfuerzos acumulados, Pablo Machín se decidió a tirar claramente por una segunda unidad que, en varios casos, le devolvió –como suele decirse en sentido figurado– la camiseta. De diez jugadores de campo, el soriano introdujo justo la mitad de novedades y la plantilla volvió a chirriar con estrépito en Krasnodar dejando malas y preocupantes señales de cara al futuro a la espera –también es verdad– de que se recuperen algunos lesionados que han dejado ciertas partes de la planificación al desnudo.
