En Krasnodar Luis Muriel vivió uno de sus peores momentos desde que arribó a Sevilla. Un cabezazo del central Martynovich lo mareó y, como desnortado en una situación en la que se mezclaba lo físico con lo anímico, le pidió el cambio a Pablo Machín. El entrenador soriano casi no podía creer lo que veía y lo devolvió al campo. Muriel continuó, puso voluntad e incluso participó con más o menos acierto en algún ataque en la segunda mitad, hasta que otra tarascada, esta vez en la parte posterior de la pantorrilla, ya lo convenció de que aquella guerra no iba con él. Salió del campo en el minuto 61, dejando una sensación de brazos caídos. Por ello, el gol en el Camp Nou lo puede revitalizar y darle un nuevo impulso.