El Sevilla de José Castro, Óscar Arias y Eduardo Berizzo no toca fondo. No se trata de la áspera sensación que siempre dejan las derrotas, que también, lo peor en el relato de lo acaecido en Anoeta es el fondo de la cuestión. Es ver sobre el césped jugar un fútbol de mentira, basado en una sucesión de toques sin ningún camino, sin vías abiertas para hacerle daño al adversario, sin velocidad en la mayoría de los futbolistas, sin físico tampoco para hacerse fuertes atrás, sin un plan medianamente coherente desde la misma confección de una alineación inicial con casi todos los más lentos de la plantilla en ella, sin defensas centrales aptos desde hace dos meses dentro del elenco más caro de la historia del club… Son muchas cosas que se echan en una coctelera y el único menjunje que surge sólo puede tener un sabor amargo como la bilis.