Cuando el Real Madrid ganó en el Ramón Sánchez-Pizjuán y el Valencia seguía su paso firme, incluso empatando la semana siguiente en el Santiago Bernabéu, todo parecía apuntar a que la última jornada en La Rosaleda podía ser ser de trámite para un Sevilla que, lógicamente, iba a a estar preparando con mimo su comparecencia en el partido del año, la final de la Liga Europa en Varsovia ante el Dnipro.