El Sevilla FC se salvó la pasada temporada por un gol, gracias a un error sólo sin portero del delantero del Leganés, en el empate a dos que dio la salvación al equipo comandado en ese momento por Caparrós.
Se había llegado a oler el descenso más que nunca, por lo que era necesario un cambio de rumbo si no quería Del Nido Carrasco quedar retratado como el Presidente que mandó a Segunda al Sevilla FC.
Sin embargo, una vez pasado los primeros días del final de la pasada campaña, al máximo mandatario le costaba tomar la primera gran decisión clave de la próxima planificación.
Había que destituir a Víctor Orta, que seguía trabajando como si tal cosa, incluso negociando con el que sería el futuro técnico, Imanol Alguacil.
Con esta contratación ya enfocada y a falta de cerrar los últimos flecos, Junior tuvo que claudicar a las presiones de su Consejo y destituyó a una de sus manos derechas y la persona en la que había confiado plenamente en las dos temporadas anteriores.
Entonces apareció la figura de Antonio Cordón, que tomó la segunda decisión clave del verano, al recomendar no firmar al ex técnico de la Real Sociedad y decantarse por Matías Almeyda.
El pacense no quería empezar su proyecto con un hombre que no le convencía, mientras desgranaba al máximo dirigente las bondades de un Almeyda, que prometía dejarse el alma en cada partido, acompañado de una buena preparación física y un espíritu de equipo, que había faltado en los últimos años en Nervión.
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Así pues, la destitución de Víctor Orta y el giro en la contratación del técnico han sido los momentos claves del pasado verano, que hacen que ahora el sevillismo respire ilusión, en contraprestación a lo vivido en las últimas campañas.
