El Sevilla que levantó tantas ilusorias expectativas en agosto fue el de la segunda parte de la Supercopa de Europa. Ante el Real Madrid, aquel mal de bipolaridad que ya se puso en escena en el primer partido oficial volvió a manifestarse en toda su dimensión: de la contemplación defensiva al arrebato ofensivo. Con la calidad que atesora la plantilla, es lógico que hasta Barcelona y Madrid tiemblen ante los zamarreones sevillistas. Pero el polo negativo tiene mucho peso.
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