Es la segunda vez que se intenta cerrar el Sánchez-Pizjuán por insultos proferidos durante un partido de fútbol, circunstancia que no ha sufrido ningún otro club nacional. Los recursos jurídicos del Sevilla fructificaron pronto en aquella ocasión y el Comité de Apelación terminó anulando la sanción de cierre pocas semanas después. El trago había sido amargo, pero no era sino el primer aviso serio de un castigo histórico y ejemplarizante para muchos que comenzaba a gestarse. En marzo de 2017, el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) atendió las alegaciones del Sporting de Gijón y anuló el cierre parcial del fondo norte de El Molinón por los insultos racistas que recibió el jugador del Athletic Club Iñaki Williams en agosto de 2016, dejándolo sin efecto. Durante los últimos años, el propio Sevilla y sus aficionados también han sido objeto o víctimas de insultos y descalificaciones, sin mayores consecuencias para los responsables. La vara de medir preocupa en Nervión.