Éver Banega se ha erigido, parece que definitivamente, en ese líder que necesitaba el Sevilla. En los tres últimos partidos de verdadera exigencia, los del Borussia Mönchengladbach y el del Atlético, el medio argentino ha tomado los galones gracias a su clase futbolística y su confianza en sí mismo. Su calidad en estas citas, a las que hay que sumar también la de Anoeta pese al resultado final, ha primado sobre sus limitaciones físicas. El internacional albiceleste nunca tuvo mucho fondo, pero siempre palió su escaso tren para romper en la medular con su visión de juego y su habilidad para esconder la pelota, caracolear, contemporizar y esperar el momento idóneo de saltar las líneas con el pase justo. Pese a las dudas que había cuando fue fichado, está respondiendo en la fase clave.