Desde la llegada de Joaquín Caparrós en la primavera de 2000 a un Sevilla en Segunda División y en bancarrota no había realizado el club de Nervión una apuesta en ningún entrenador con menos experiencia en la élite que Pablo Machín. Hay que dejar al margen las llamadas de urgencia de Manolo Jiménez, que dirigía al Sevilla Atlético en Segunda División cuando relevó a Juande Ramos, y a Antonio Álvarez, que promocionó al primer equipo por Jiménez cuando nunca había sido primer espada, sí ayudante. Pero la apuesta en un técnico joven como Machín con una sola temporada en Primera no es nada descabellado en el fútbol español.