Éver Banega es el mejor termómetro de este Sevilla. Cuando el argentino está con la varita mágica entre sus dedos todo puede pasar. El equipo funciona como un reloj y el 10 muestra que está un escalón por encima del resto de sus compañeros. Esa imagen del centrocampista se lleva viendo, con sus altos y sus bajos, desde que Pablo Machín lo colocara como mediocentro defensivo, con dos futbolistas muy ofensivos, como Franco Vázquez y Sarabia, por delante. Parece haber encontrado su sitio ideal en el nuevo esquema. Banega sonríe y el Sevilla disfruta. Es una fórmula matemática. Cuando el internacional con la albiceleste frunce el ceño, el desastre está más cerca.
