El conjunto sevillista prácticamente se despidió de cualquier posibilidad de pelear por la Supercopa de España por la sencilla razón de que apenas llegó a disparar a la portería de Claudio Bravo. El Barcelona sólo tuvo que esperar, por tanto, a que la fatiga desordenase algo a las líneas del anfitrión para golpear con dureza cuando éste estaba con diez futbolistas reales, en el primer tanto por la lesión de Escudero que no acababa de ser sustituido por Sarabia, y quién sabe si virtualmente también sufría esa inferioridad numérica en el segundo cuando más de uno de sus futbolistas se dedicaba a trotar por el terreno de juego sin apenas colaborar con el resto.
