El Sevilla demostró en el Camp Nou que es capaz de jugarle al Barcelona de igual y igual, con lo cual ya ha dado un paso de gigante, otro más, y no le tiemblan las piernas a la hora de pelearle un partido, o lo que sea, al gigante en el que aún juega Leo Messi. Sin embargo, los sevillistas abandonaron el Camp Nou con una sensación extraña, incluso agridulce a pesar del empate final, algo que no es tampoco demasiado habitual en semejante recinto deportivo, sólo cuando están las gradas vacías y silentes. Los sevillistas no fueron capaces, tal vez por falta de energías, de seguir el mensaje valiente que le enviaba Julen Lopetegui desde esa grada en la que seguía el litigio por su partido de sanción. Al técnico vasco le faltó meter en el juego al delantero del filial, si lo hubiera tenido, para que los suyos dieran un paso más si cabe y fueran capaces de volver con las tres puntos hasta Sevilla, pero en esa fase la sensación que transmitieron los futbolistas fue que no creían del todo en semejante propuesta ofensiva.
