Blanco colgó el «no hay billetes» por primera vez en un Dorsal de Leyenda. Ni el primer acto en aquella feliz idea de José María del Nido para poner en un pedestal a su admirado Juanito Arza concitó a tanto fútbol en las entrañas del estadio que un día pensó Sánchez-Pizjuán. Como en aquellas calurosas noches de los trofeos Ciudad de Sevilla, el sevillismo –hubiese jugado al fútbol o no– se apiñaba y trataba de auparse, asomarse, estirar el cuello… para no perderse un detalle de ninguno de los testimonios, ya fuera en vídeo o en carne y hueso. Aquellas noches con rivales que sonaban a verano agosteño: Os Belenenses, Vasco da Gama, Honved de Budapest… o Ferencvaros, aquellos húngaros que nunca se imaginaron que iban a participar en el partido despedida de un mito en sevillismo. Porque aquello del 84 fue la despedida; el partido homenaje se jugó ayer con un lleno hasta la bandera en el coliseo de sus amores.
