Decía en la previa del Espanyol-Sevilla Quique Sánchez Flores que tenía una fe infinita en el poder de la mente mientras Vincenzo Montella le daba una importancia capital a lo mental sobre lo físico. Ambos llegaban al encuentro espoleados por sendos triunfos de prestigio en la Copa, y con la intención de que ésta no distrajese más de la cuenta para la Liga. Y sucedió que ganó el que unió a lo mental la calidad. Para ello, el napolitano sacrificó cualquier atisbo de reservas o rotaciones y repitió el equipo que ganó en el Metropolitano. Se salió con la suya, porque ahora sí que hay fe en la resurrección del equipo, aunque pesen las piernas.