Esquilmado por las bajas y con la carga de partidos y entrenamientos de haber empezado el primero, el 26 de julio, pero con la moral relanzada, el Sevilla tiene una cita con su historia. Afronta la oportunidad de clasificarse de nuevo para las semifinales de la Copa del Rey, un hecho que no por frecuentado en el último siglo deja de ser extraordinario. Lo logró el pasado curso y precisamente la malhadada final de Copa del Wanda Metropolitano ante el Barcelona se presenta como otro plus de motivación: restañar aquella sangrante herida en el orgullo, algo que no logró en la Supercopa de España, celebrada en Tánger en agosto.
