Dicen que Joaquín Caparrós (Utrera, 1955) duerme como un bendito y se despierta tan eléctrico como una lavadora. Es fútbol en estado puro, sevillismo desparramado y sin disimulo. Lo fue estando en el Depor y lo siguió siendo en el Athletic y en todos los equipos que vinieron después. Ahora, cuando las llamas de un incendio se asoman por los ventanales de Nervión, acude manguera en ristre a su auxilio. El Sevilla lo necesita y Pepe Castro, su amigo, también. Y allí va Joaquín (Jokin en Bilbao) con su caballería de jugadores/sevillistas a disparar esa bala que aún queda.