Lopetegui planteó un duelo distinto y logró el objetivo buscado al adelantarse en el marcador hasta el punto de tener incluso el partido para matarlo antes del descanso, pero no devolvió al Sevilla a la fisonomía con la que se siente a gusto cuanto tenía que defender con el balón. Cambió el esquema para buscar los espacios abandonando su santo y seña, ese 1-4-3-3 con el que hecho sentirse cómodos a sus futbolistas, para poner en liza un 1-4-2-3-1 y explotar así los pases interiores de Suso y Franco Vázquez (éste en la mediapunta) a la potencia en carrera de En-Nesyri y Ocampos. Y hasta ahí todo fue bien, pero tras el descanso buscó más control con Banega en lo que se puede llamar un repliegue incompleto, pues el argentino siguió en el puesto que ocupó el Mudo y en el centro siguieron dos hombres en vez de tres. Eso derivó en una inferioridad numérica manifiesta en las transiciones, en las que ya habían avisado Pione Sisto y Iago Aspas y en que por ahí llegaran los dos goles del Celta.