Los arietes del Sevilla no tienen gol, pero no es un problema de hombres ni de nombres. No lo tiene ni con De Jong ni con Dabbur, ni con Chicharito ni con Munir porque no es un problema de delanteros sino del modelo. El motor de este equipo ha quedado claro que está en la segunda línea, esa fuerza en la que se juntan los centrocampistas de llegada, digamos los interiores, y los falsos extremos. De esto último empezó jugando el reclamado Dabbur y en esa posición le cayeron tres balones para el remate y en esa demarcación también acabó jugando Munir cuando cazó con la zurda el balón del 3-0. En este sistema, el jugador que acaba condenado a la nada parece ser el nueve, al que le cuesta –porque es verdad que le cuesta– ponerse de gol. La excepción de la regla fue el cabezazo de De Jong al Levante.