El Sevilla de Montella le jugó un partido muy inteligente al Barcelona, lo sorprendió, lo puso contra las cuerdas cada vez que quiso, pero no completó el círculo a la hora de hacer el lazo. Trabajó, además muy bien, la presión adelantada, la presión orientada hacia sus intereses, de muy alta intensidad en determinados momentos que le dio dos goles, uno de ellos además con la guinda que buscan los entrenadores: presionar en una banda para provocar el error, el robo y cambiar rápido hacia la otra para finalizar por el ala contraria. Pero dejó muchas dudas en cuanto a si el técnico italiano había trabajado durante la semana la otra parte del plan, puesto que si éste consistía en provocar pérdidas al rival en salida para generar situaciones en ataque de superioridad numérica (4vs3, 3vs2, 2vs1 y hasta 1vs1 con el portero) en muchas ocasiones los errores fueron más allá de una mala ejecución individual, sino que simplemente, no iban bien gestionadas, como si no se hubieran trabajado.