Con el amplio bagaje europeo del Sevilla en los últimos años sigue repitiendo esos fríos partidos en el norte y este del continente en los que empieza desconectado y acaban saltándole los plomos. Ocurrió en Lieja, donde el conjunto de Pablo Machín salió desconectado y sin tensión, quizá sabiendo que un empate le bastaba para sellar el pase a los dieciseisavos de final de su competición fetiche y que el resultado terminaría cayendo, cual fruta madura, tarde o temprano, y cuando quiso enchufarse no encontró el interruptor para hacerlo. Ni los jugadores lo hallaron ni el técnico dio con la tecla con los cambios. Sarabia acabó expulsado, Andre Silva no encontró su sitio con tanto atacante junto y Muriel acrecentó las dudas sobre su rendimiento con disparos francos a la nada.