Explicar el cambio que el Sevilla experimentó en Anfield durante la segunda mitad con respecto a la primera y ceñirse a un par de retoques en la posición de los jugadores es, probablemente, faltar a la verdad. Intervienen en el desarrollo de un partido de fútbol para que cambie el sentido de éste decenas de variables, unas provocadas y otras no, las provocadas además unas intencionadamente y otras no; unas tienen una incidencia en el marcador final y otras no; unas son por acción y otras por omisión; unas son provocadas por el rival y otras no, como por ejemplo el despliegue físico que el Liverpool exhibió en la primera mitad y que tras el descanso, porque el Sevilla lo obligó a jugar de otra manera o porque simplemente acusó el esfuerzo, no fue igual de determinante. El caso es que el Sevilla, de ser apabullado y haber podido salir goleado de la primera parte, acabó el partido controlando algo más el centro del campo e incluso habiendo podido ganar con la última ocasión de Muriel.
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