El Arquitecto

El pasado 21 de agosto, cuando veía a Julen Lopetegui derramar lágrimas de emoción tras alcanzar la gloria en el Rhein Energie Stadion de Colonia, no pude evitar acordarme de otras lágrimas, unas lágrimas que no eran de emoción sino de lamento, de dolor. Aquellas lágrimas sinceras mojaban el suelo gris de un frío pasillo del Carlos Tartiere de Oviedo. Era el 1 de junio de 1997 y aquel día, el Sevilla Fútbol Club descendía a Segunda División, tras un año desolador, en el que, si algo podía salir mal, salía mal necesariamente. Y allí, en un rincón de aquel frío pasillo, desplomado en el suelo y retorcido sobre sí mismo, sin consuelo, un chaval de San Fernando escenificaba todo el dolor del sevillismo.

Ver Noticia

Comparte por Whatsapp esta noticia