A mí nadie me baja del burro de que cualquier futbolista que llega de la Liga francesa necesita al menos una temporada para conocer la relación de los ritmos, los espacios y la velocidad con que se juega en España, totalmente distintos a las leyes que rigen el torneo que tanto encadila -y con razón- a Monchi por su mezcla de talento, músculo africano y buena relación calidad-precio-sueldos en el mercado.