Cuando abrochó su fase de grupos de la Liga Europa con la derrota en Chipre, intrascendente por sus cinco victorias anteriores, el Sevilla de Julen Lopetegui era un acorazado de nueva generación dispuesto, incluso, a amenazar la hegemonía de Barça y Real Madrid. Y dos meses después, ocho jornadas de Liga después, un Sevilla devaluado vuelve al frente europeo en el corazón de Transilvania para resolver su eliminatoria ante el Cluj rumano. El hoy zozobrante barco que patronea Lopetegui ha perdido buena parte de su pujanza y capacidad intimidatoria, su rumbo traza unas preocupantes eses y lo que parecía titanio se antoja madera. Así retorna el rey de la Liga Europa a su competición favorita. La ocasión puede resultar providencial para reactivar las expectativas. O también puede resultar demoledora y trascendental para lo malo, como le ocurrió hace algo menos de un año al proyecto de Pablo Machín en aquella infausta noche de Praga.