Dos exhibiciones de raza, espectaculares ambas, han dado otra dimensión al juego del Sevilla de Berizzo, acusado no hace mucho de falta de carácter, de agresividad incluso, sobre todo en sus comparecencias en estadios de fuste. Empezó todo en el Wanda Metropolitano ante el Atlético, donde apareció en liza un equipo plano, siguió en San Mamés y se hizo más grave en esa semana con sendas goleadas consentidas en Moscú y Valencia, para volver luego en el Camp Nou a amagar de forma muy tibia con ese gol de Pizarro que tuvo sólo seis minutos de vigencia.
