Banega, el náufrago del Sevilla

Ver a Éver Banega correr como pollo sin cabeza, para tratar de equilibrar el constante desequilibrio defensivo al que el Eibar sometió al Sevilla, le dolería en los ojos -y hasta en el alma- a los más de 35.000 espectadores. El centrocampista terminó exhausto y desesperado. Persiguió sombras hasta que prefirió derribarlas y jugarse -como acostumbra- una expulsión por doble amarilla. Esta roja evidencia que algo no funciona por Nervión. Banega, máximo recuperador de la primera vuelta, sufre el mal que asola el juego sevillista. Y el club no puede superarlo sin Éver.

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