Los dirigentes, con las espaldas más que anchas por todo lo conseguido durante dos décadas, no se detienen en mirar hacia atrás, ni para lo bueno, y tampoco para lo malo. Esta forma de actuar puede ser contraproducente porque la velocidad y voracidad del fútbol actual es capaz de llevarse proyectos como las olas destruyen castillos en la arena. «Cada derrota tiene que ser considerada como una crisis». Esta frase la acuñó el expresidente Del Nido hace años y la he vuelto a escuchar recientemente. Aquí también hay que detenerse en el sentido de las palabras o las afirmaciones rotundas. Esto viene a decir que hay que redoblar el trabajo y los esfuerzos en la derrota, no caer en una espiral de pesimismo y autodestrucción. Porque este Sevilla llevaba dos años incendiando la hierba que pisaba. Con una peste a tierra quemada que echa para atrás.