González González no es un mal árbitro. Pero ayer casi siempre se equivocó contra el Sevilla. Llama la atención que el VAR siga crispando a los aficionados por su irregular criterio. Y lo que más llama la atención es que en un partido de la trascendencia del Sevilla-Valencia, que puede definir el cuarto puesto, y el último privilegiado que juegue la Champions, con sus dineros, el árbitro no tenga la decencia de acercarse a mirar la pantalla en la banda ante una jugada tan dudosa como la del posible penalti de Gayá a Gonalons en el minuto 93, con 0-1 en el tanteo. Este detalle también delata el corporativismo, el exceso de autoridad y la falta de sensibilidad en general de los árbitros con respecto a los aficionados, que sufren desde la impotencia de sus asientos los vaivenes azarosos de la pelota y de las decisiones arbitrales.