En un excesivo control, los aficionados sevillistas vieron como, además de ser fuertemente custodiados, se retiraron las banderas, incluso sin palos, lo que sorprendió a propios y extraños, con símbolos sevillistas o de la comunidad, sin ningún tipo de explicación, pues no se exhibían signos prohibidos por la ley. La fuerte custodia incomodó, como es lógico, la estancia de la afición sevillista en tierras ilicitanas.