El otro día asistimos al bochorno de ver como un futbolista que pertenece al Sevilla FC y al cual se le paga un porcentaje alto de su nómina, competía contra los intereses de la entidad.
Para más inri, el jugador en cuestión celebraba por todo lo alto el gol conseguido, permitiéndose el lujo de hacer gestos a la grada.
Aunque se trata de una actitud reprochable, no se le puede echar nada en cara a Rafa Mir, en este caso, que además lo vivía como un acto de revancha.
Que el Sevilla y sus gestores permitan que el jugador se marche, se le pague gran parte de su salario y se le permita jugar contra tu propio equipo, es el verdadero problema.
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En una situación en la que el club de destino paga el 100%, no puedes imponerle la famosa cláusula del «cagazo», pero en esta circunstancia en la que le pagas más del 50%, es más que necesario, obligatorio.
Ya ocurrió la pasada temporada con Joan Jordán o Januzaj, a los que se les «regaló» a Alavés y Las Palmas, respectivamente, y no tuvieron impedimentos para encima jugar contra el club propietario y que le paga… de chiste.
