El Sevilla de Caparrós está pagando la dualidad de su comportamiento cuando juega en el Sánchez-Pizjuán a cuando lo hace fuera de casa. Pese a que con la llegada del utrerano parecía haber puesto fin a un nulo balance a domicilio, una condición con la que con Pablo Machín no ganaba desde finales de septiembre en Éibar, los hechos y el paso de las jornadas están dejando la constatación de que el Sevilla juega a una cosa ante el empuje de su afición y a otra totalmente distinta en sus desplazamientos. Habrá quien diga que el Sevilla salió victorioso en los duelos ante Espanyol y Valladolid, los dos primeros con Caparrós lejos de Nervión, pero basta hacer un ejercicio de memoria para matizar que fueron triunfos que no solaparon un planteamiento conservador.
