Ocasiones clamorosas a bocajarro, como la de Franco Vázquez, a puerta vacía, o el paradón de Jovanovic a Ben Yedder, a quemarropa. Goles anulados por el VAR apartes y por centímetros. Remates, llegadas… y goles. El Sevilla de Pablo Machín se está confirmando como una perfecta maquinaria de ataque que luce con una pegada de otra época. Ni el formidable Sevilla de la mejor temporada de la historia, la 2006-07, lanzado como un trueno tras destapar la caja de Pandora cierto jueves de Feria, alcanzaba los dígitos ofensivos que presenta este Sevilla. En el siglo XXI, la segunda época dorada del club, si no la primera, no ha llegado a 22 goles en las 10 primeras jornadas. Llegó a 20 en la 07-08. Hay que remontarse a los tiempos de Juan Arza, a la época de goles y espectáculo de los años 50, en la que el Sevilla fue dos veces subcampeón de Liga y una vez subcampeón de Copa, para encontrar unos números superiores.
