El Sevilla completó un gran partido desde la intensidad, la clave para creerse todo lo que hacía ante un rival rocoso, que asustó menos de lo esperado y que fue superado en fases del encuentro (más que nada en la primera mitad) por un equipo con más fe que no se fue con un triunfo por la actuación de De Gea. Hay veces que mantener la cabeza caliente y el corazón a doscientas pulsaciones contribuye a estar siempre alerta y metido en el partido, y eso fue lo que, desde fuera, parece que le sucedió al equipo de Montella. Quién sabe si haber parado el encuentro, haber entrado en otro camino de más control y de más toque hubiera sido contraproducente frente al partido físico y de contacto que siempre propone un rival que en ese aspecto supera hombre por hombre a los sevillistas. Mantener la lucha, la tensión, el ritmo, la concentración… permitió que el Sevilla superara al complicado y lleno de estrellas equipo de Mourinho.
