Se fue Monchi y llegó el caos

Pese a que la única verdad del fútbol son los resultados, es pertinente realizar una consideración previa. Los números honorables del Toto Berizzo, un señor en la amplia expresión del término, por su exquisita educación y por la gallardía con la que afrontó su cáncer de próstata, eran engañosos. Salvado de la eliminación a manos del modesto Basaksehir turco en la previa de la Champions por la cruceta en el último minuto del descuento, pasó a octavos dejando atrás a dos rivales de broma como el Maribor esloveno y el Spartak, que por el camino le metió cinco en Moscú. La quinta plaza en Liga, agarrada por los pelos gracias a una conjugación de fortuna y chispazos puntuales de algún jugador, era ficticia. Pero su destitución, defendible en cuanto que el Sevilla no jugaba un pimiento y amenazaba desplome, fue el inicio de un patético vodevil.

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